El mundo, la carne y el Padre Smith by Bruce Marshall

El mundo, la carne y el Padre Smith by Bruce Marshall

autor:Bruce Marshall [Marshall, Bruce]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Humor, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1945-02-08T04:00:00+00:00


15

El padre Smith encontraba bastante fácil orar por los hotentotes, a quienes nunca había visto, pero a veces todavía le resultaba difícil rezar por el canónigo Bonnyboat, especialmente cuando este último decía la misa de siete e iba a desayunarse antes que él y echaba el primer vistazo al Highland Herald. Aquella tarde también se hacía difícil rezar por su rector, porque el canónigo le había encajado el muerto de instruir a un mozo de cuerda protestante que deseaba casarse con una fregatriz católica. Durante más de hora y media había estado explicando al orejudo joven la doctrina de la transustanciación y lo maravilloso que era que el Señor hubiera escogido aquel medio para permanecer entre nosotros, y luego, cuando al final de la lección había preguntado al catecúmeno que quién estaba presente en la misa, el joven había contestado: «Eso ya lo sé padre: la Virgen María, naturalmente».

Estaba aún recobrándose de la impresión, cuando Brígida, la nueva ama de llaves, vino a anunciarle que Elvira y Joseph le esperaban en la sala.

—Buoti giorno, carissimo padre mio —le saludó Elvira, que, desde que sabía que el padre Smith había estudiado en Roma, le hablaba frecuentemente en italiano—. E come sta?

—Sto bene, grazie —contestó el sacerdote, admirando la maravilla del acento de la niña, tan ajustado en italiano como en escocés—. E tu, como stai?

—Benissimo —respondió Elvira, añadiendo a continuación: «Per Bacco!», porque sabía que esta exclamación le hacía mucha gracia al sacerdote—. Joseph, no; tú, cállate, Joseph, y déjame hablar a mí. Joseph cree que le gustaría ser sacerdote cuando fuese mayor y quiere saber si usted le juzga suficientemente santo para ello.

—Per Bacco! —exclamó a su vez el sacerdote, riendo con ganas y a gusto, porque aquello era consolador después de las barbaridades que el mozo de cuerda había dicho sobre la presencia real y verdadera de la Santísima Virgen en la Eucaristía.

—Verá, padre —dijo el muchacho, gravemente—, quiero hacer algo bueno en el mundo y no creo que nunca me sintiera satisfecho metiéndome en negocios y haciendo dinero.

«Laus Tibi, Christe» —cantó el sacerdote en el fondo de su corazón—; gracias Os sean dadas, Señor, por aumentar el número de sacerdotes y poetas para ensalzar Vuestro honor y gloria. El padre Smith había sentido siempre una especial predilección por Joseph Scott, sobre todo desde el día en que, siendo un niño de cuatro años, había venido a su encuentro corriendo por la calle y, metiendo su manita en la del sacerdote, le había dicho: «¿Puedo ser su camarada, padre?».

—¿Cuántos años tienes ahora, Joseph? —le preguntó.

—Quince, padre —respondió el muchacho.

—Bueno, tienes tiempo de sobra para pensarlo con calma, ¿no crees? —dijo el padre Smith—. Recuerda que el sacerdocio es una vocación dura y difícil, y no puede ser tomada a la ligera. Pero estoy seguro de que si, dentro de dos o tres años, sigues teniendo la misma inclinación, serás desde luego un buen sacerdote. Y tú, Elvira —preguntó, sintiendo que si no bromeaba un poco haría el ridículo echándose



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